Publicado: 9 de Octubre de 2015
El amigo humano del perro, el propietario, es fundamental para el mantenimiento de la salud de su canino amigo; muchas veces no es suficiente con la estrecha relación que proporciona el día a día para saber que algo va mal… queremos daros más datos, pistas claras con las que podáis identificar que algo ocurre, que vuestro amigo necesita una rápida visita al veterinario:
INAPETENCIA
Este síntoma, como muchos de los que veremos, puede verse acompañado o acompañar a variados problemas.
La inapetencia puede ser un indicio de un problema o una situación pasajera por causas “nada patológicas”: calor, hembras en celo, el refinado paladar del perro ante un cambio de alimento… En caso de enfermedad la inapetencia suele verse acompañada por algún o algunos síntomas: molestias bucales (gingivitis), vómitos, fiebre… Si el animal come peor o no come y esto se acompaña de otros síntomas “raros”… ¡¡Al veterinario!!
SACUDIDAS DE CABEZA
La cabeza de nuestro perro parece un ventilador de doble dirección, sacude su cabeza violentamente como si quisiera desenroscarla.
Este suele ser un síntoma inequívoco de un problema en sus orejas: infección, cuerpo extraño (espiga, ramita…)… El animal está molesto e intenta resolver su problema a base de sacudidas. No utilizaremos nunca métodos caseros para intentar aliviar el sufrimiento del animal. Ante el “efecto molinillo” de la cabeza de nuestro perro… ¡¡Al veterinario!!.
“LEGAÑAS”
La secreción ocular, normal o excesiva, que se produce en el ojo y que “queda residente” en el ángulo interno del mismo se conoce coloquialmente como “legaña”. Este genuino adorno puede no ser síntoma de patología y sí clara evidencia de dejadez del propietario. Si las legañas acompañan diariamente al animal a pesar de los desvelos higiénicos del dueño y ello se acompaña de ojos enrojecidos, “pestañeo” casi continuo… ¡¡Al veterinario!!
MAL ALIENTO
El mal aliento o halitosis puede ser el más claro reflejo de un problema localizado en la boca o incluso de algún problema del aparato digestivo. En la mayoría de las ocasiones, el mal aliento “que emiten” nuestros perros y “que perciben” nuestras sensibles pituitarias se debe a problemas dentales (sarro, infecciones…). El animal come habitualmente comida casera, alimentos enlatados… La comida se va depositando entre las piezas dentales, nadie limpia aquello y… ¡¡Uf!!… ¡¡Vaya peste desprende el animalito!!
Ante la posible infección y la necesidad de una limpieza dental… ¡¡Al veterinario!!
FLUJO VULVAR
Las hembras emiten un flujo vulvar sanguinolento, más o menos abundante, y de forma natural durante el celo. Si fuera de este período emite otros flujos (distinta coloración, consistencia…), si esta emisión de flujos “anormales” se acompaña de mayor ingestión de agua (polidipsia), mayor número de emisiones y de cantidad de orina (poliuria)… ¡¡Al veterinario!!
“BULTOS”
Nuestras mascotas también pueden sufrir la aparición de bultos, masas, protuberancias… Desde una verruga, un simple quiste sebáceo, hasta un problemático tumor. Todos los abultamientos que aparecen y que “antes no estaban” deben ser revisados de forma inmediata por el profesional; una tumoración benigna no controlada puede acabar dando graves problemas… ¡¡Al veterinario!!
RASCADO
Todos, hasta los más finos y elegantes, nos rascamos. Ello no quiere decir que tengamos problemas, que seamos unos guarros o que tengamos poco estilo.
Nuestros perros se rascan. Es algo tan natural como respirar,, pero si se rascan de forma continua, desesperadamente; si se hacen heridas de tanto rascarse, evidentemente Algo pasa. No esperemos hasta que el problema les permita autolesionarse… ¡¡Al veterinario!!
FIEBRE
Los propietarios sospechan que su animal tiene fiebre porque “está caliente” o porque la nariz del perro está seca y con mayor temperatura de la supuestamente habitual. Si creemos que el animal puede tener fiebre debemos confirmarlo introduciendo un termómetro por el recto. Este es el único método seguro y fiable. Debemos apuntar que la temperatura normal de nuestros perros es bastante más alta que la nuestra (38,5-39), por lo que no debemos poner el grito en el cielo si su temperatura pasa de nuestros normales 37 grados. Si tras la “termométrica comprobación” verificamos que el animal tiene una temperatura superior a la normal… ¡¡Al veterinario!!